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jueves, 18 de noviembre de 2010

ENTRE "KILOS" Y QUILATES ANDA EL JUEGO

El mercado de los diamantes no entiende de crisis… Y quienes pueden pagar 45,44 millones de francos suizos (al cambio, 33 millones de euros) por un raro ejemplar de la piedra preciosa por antonomasia, tampoco... Sí, han leído bien: ¡33 “kilos”! Por si no lo han visto estos días en la prensa mundial (en España, El Pais fue uno de los primeros en dar la noticia), la joya en cuestión es un diamante rosa y rectangular (dos características particularmente excepcionales), de 24,78 quilates, va engarzado en un anillo con forma de esmeralda (una talla que no se suele hacer en las piedras azules y de color rosa) y quienes lo han visto de cerca dicen que su tamaño se parece a una bola de ‘pinball’ y que su aspecto recuerda al champán rosado…

Se vendió durante una subasta realizada por la famosa casa
Sotheby’s en Ginebra y su comprador fue un importante marchante de joyas de Londres y especialista en diamantes llamado Laurence Graff, quien al parecer pujó vía telefónica. Tan codiciado objeto había sido adquirido al joyero estadounidense Harry Winston hace 60 años por un comprador anónimo, que ahora lo puso a subasta en la ciudad suiza.

Con semejante precio, este diamante rosa (fue el lote “estrella” entre los 550 en la venta semestral de joyas en Ginebra) se ha convertido en la piedra más cara que se ha comercializado hasta la fecha en una subasta. Además, su valor ha duplicado el récord previo, que lo tenía la también mundialmente conocida
Christie’s con un diamante azul de 35,56 quilates y que fue comprado por 24,3 millones de dólares por, ¡qué coincidencia!, el mismo señor Graff.

La primera cuestión que se me viene a la mente es: ¿puede valer una joya 33 millones de euros? Y la segunda: ¿quién es capaz (en su sano juicio) de gastarse tal cantidad en una piedra preciosa? En este sentido, los más críticos pensarán: “¿realmente algo en el mundo merece costar ese dineral?” Y los más radicales quizás se preguntarán: “¿no resulta insultante y bochornoso que una persona pague esa cifra por algo así, habiendo en el mundo tal cantidad de personas necesitadas?”

En el lado opuesto, supongo que también habrá quien opine que la exclusividad, y más en el mundo de la joyería, tiene un precio y que, en el caso de este diamante rosa, ese precio es de 33 millones… O quien crea que, si ese señor se ha gastado semejante cantidad de dinero, es porque lo tiene y puede hacer con ello lo que le plazca…

Como se suele decir: “para gustos, los colores”… Rosa, en este caso…


By: Óscar Izquierdo Barbas

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